El verano del año pasado, el Pentágono creó la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO, por sus siglas en inglés), encargada de investigar fenómenos aéreos no identificados. Su director, Sean Kirkpatrick, sostuvo en un informe publicado el pasado 7 de marzo, elaborado junto con el astrónomo de la Universidad Harvard Avi Loeb, que algunos de los objetos, que parecen desafiar todas las leyes de la física, podrían ser sondas alienígenas.
En su artículo, no revisado por pares, Kirkpatrick y Loeb se hicieron eco del descubrimiento en 2017 del objeto interestelar Oumuamua que generó debates en la comunidad científica, dejando perplejos a todos por la falta de pruebas concluyentes acerca de su origen y naturaleza. A diferencia de los asteroides o cometas del Sistema Solar, Oumuamua tenía una forma extremadamente plana y se alejaba del Sol por la presión de la radiación sin dejar atrás una cola de gas y polvo, típica de cometas, lo que dio lugar a la posibilidad de que se tratara de un objeto artificial, algo que los científicos no pudieron ni confirmar, ni desmentir con el 100 % de certeza.
Su comportamiento resultó ser similar al de otro objeto, detectado en el espacio tres años después, que, a su vez, era artificial a ciencia cierta, tratándose del cohete propulsor Centaur de la misión Surveyor 2 del siglo pasado, bautizado como 2020 SO. En opinión de Kirkpatrick y Loeb, Oumuamua podría ser una nave nodriza extraterrestre que enviaba a la Tierra pequeñas sondas para la exploración científica, parecida a las misiones exploratorias de la NASA. En ese sentido, se acordaron de la colisión con la Tierra del meteoro interestelar IM2, de un metro de diámetro, el 9 de marzo de 2017, seis meses antes del paso de Oumuamua más cercano de la Tierra.
“Sorprendentemente, IM2 tenía una velocidad relativa al Sol a grandes distancias y un semieje mayor heliocéntrico idénticos al de Oumuamua. Pero la inclinación del plano orbital de IM2 alrededor del Sol era completamente diferente de la de Oumuamua, lo que implica que los dos objetos no están relacionados”, escribieron Kirkpatrick y Loeb. “No obstante, las coincidencias entre algunos parámetros orbitales de Oumuamua e IM2 nos inspiran a contemplar la posibilidad de que un objeto interestelar artificial pueda ser potencialmente una nave nodriza que libera muchas sondas pequeñas durante su paso cercano a la Tierra”, concluyeron.
Estas “semillas de diente de león” podrían separarse de la nave principal por la fuerza gravitacional del Sol, atravesando la atmósfera terrestre hasta alcanzar la superficie. Los autores del informe creen que podrían también alcanzar otros planetas del Sistema Solar para la exploración, posiblemente utilizando la luz de las estrellas para cargar sus baterías y el agua líquida, que podría existir en las superficies de los planetas rocosos como la Tierra, como combustible. “Al igual que las semillas biológicas, también podrían utilizar las materias primas de la superficie del planeta como nutrientes para la autorreplicación o simplemente para la exploración científica”, escribieron.
Recién entrevistado por Politico, Loeb reconoció que no hay pruebas que respalden la idea de que los objetos voladores desconocidos sean sondas extraterrestres y señaló que tampoco tiene acceso a información clasificada de las autoridades.
Al mismo tiempo, llamó la atención sobre el hecho de que Kirkpatrick acudió a él “de la nada”, lo que sugiere que “hay algo ahí fuera que no entienden y los científicos potencialmente podrían ayudar”. “Cuando te enfrentas a lo desconocido, es perfectamente legítimo tomar en consideración lo que tu imaginación te permite considerar y luego obtener los datos que lo descarten o confirmen”, argumentó el astrónomo, reportó RT.